lunes, 6 de diciembre de 2010

Día I

Hoy es un día de esos que te gustaría abrir la puerta, y encontrarle.
Encontrarle sin nada reservado, todo esperando para tí.
Que entre callado con media sonrisa, porque sabe que le estás mirando.
Y sí, le estás mirando, observas sus pequeños gestos, su manía de dejar la chaqueta sin arrugar, de sonreir mientras te pide un beso que (por supuesto), tu le negaras para que te lo robe.
Es un día de estar tirados en la cama hablando, de susurraros para que no se entere el mundo del mayor secreto guardado. ¿Qué más da que no haga buen día fuera? Son cosas que quedan en un segundo plano.
Sí, es el día para perder el mando de la tele, que no haya distracciones, solos tú y él.
Luego se quita los zapatos sin cuidado ninguno, arrojandolos donde nadie sabe, y se tira en tu cama, mientras tú, tonta de tí, sigues mirandole.
Habría que estar loca para no abalanzarte sobre él y contar las pecas de su nariz, observar el lunar de arriba de su boca y pensar lo afortunada que eres porque tú estás a su lado, de millones de personas, te ha elegido a tí para ser la única.
Pero tú, tonta de tí, no piensas esto, solo te quedas mirándole embobada, mientras él sigue con su media sonrisa.

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